Tintero invitado



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SOLUCIÓN AL PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD



La clave de la seguridad es la democracia: si se integran los valores de las instituciones formales e informales de la democracia al aparato del Estado y se vincula de forma multidimensional a la seguridad y a la defensa estamos seguro de un impacto inmediato y positivo en la seguridad.

De forma recurrente se escucha a vocingleros argüir que se requiere mano dura, autoritarismo para vencer la inseguridad y resolver el problema de la violencia. Nada más absurdo e irreflexivo.
Las manifestaciones de inseguridad son producto de una escalada de acontecimientos que de manera progresiva van lacerando la integración de la sociedad en sus diferentes manifestaciones colectivas.
La violencia tiene su origen en la desigualdad, las falencias del sistema educativo, el hacinamiento, la insalubridad, el deterioro social, político y económico que toma cuerpo por las fallas en el control social, patrimonial y territorial del que el Estado es responsable. Es que en Latinoamérica, por ejemplo, la transición del autoritarismo a la democracia, ha dejado un lastre que ha impedido la reforma institucional requerida para dar respuesta los desafíos de la seguridad en una nueva realidad sociopolítica y socioeconómica.
La seguridad no puede configurarse como hace 50 años, no podemos dar respuesta a problemas tan disimiles con las mismas estructuras y procedimientos de la Guerra Fría.
La clave de la seguridad es la democracia: si se integran los valores de las instituciones formales e informales de la democracia al aparato del Estado y se vincula de forma multidimensional a la seguridad y a la defensa estamos seguro de un impacto inmediato y positivo en la seguridad.
Si pasamos balance a algunos países de Latinoamérica podemos demostrar rápidamente la tesis de que: "A mayor calidad de la Democracia más seguridad Integral".
Haciendo una correlación del índice de democracia de The Economist (2010) y el Índice de Paz Global (2012) del Instituto para la Economía y la Paz (IEP) de Londres, con los países: Honduras, Guatemala, República Dominicana, Argentina, Panamá, Costa Rica y Uruguay podemos verificar que a medida que crece la calidad de la democracia se registra mayor nivel de paz global según el indicador referido. 
Mientras Honduras tiene un índice de democracia de 5.84, registra el menor índice de seguridad de la muestra con 7.661. República Dominicana estaría en la media, con 6.2 de índice de democracia y un 7.9 de índice de seguridad; mientras que Uruguay que es una de las democracias de mayor calidad de América Latina, presenta un 8.17 en el índice de democracia y registra asimismo el mayor nivel de seguridad con 8.37 en el indicador. Esto es solo una muestra de que la seguridad se logra a través de la implementación de los procesos que generan calidad a la democracia.
Entonces, cuáles son  las variables que se integran a esos procesos? Son el Fomento de la Libertad, Las garantías de Participación, y un Fortalecimiento institucional que tienda a la transparencia. Si se integran estos factores a cualquier estrategia para impactar cualquier variante de la seguridad podemos garantizar que se resuelve el problema de la inseguridad. 
El elemento clave aquí es: cómo lograr que se integren estos elementos a los procesos de control social, territorial y patrimonial para generar seguridad integral? Esta articulación y su implementación serán producto de una próxima  entrega.

Valerio García: Es un apasionado de la seguridad y defensa nacional combinado con el medio ambiente, en una administración publica de alto contenido y valor ético. Es Magister en Administración Publica y en Seguridad y Defensa, además, se ha Diplomado en Protección Ambiental.

Vista  el blog personal del Valerio
http://seguridambiental.bligoo.com/




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LA ECUACIÓN DEL CRIMEN ORGANIZADO EN REPÚBLICA DOMINICANA


Por: Rafael Ferreras Sánchez
Es importante el diseño e implementación  de una nueva estrategia nacional de lucha contra el crimen organizado que integre en su conjunto a los diferentes organismos e instituciones de seguridad.

El crimen organizado  en la República Dominicana pasa por un momento en que su  reflexión  y debate se centra exclusivamente en la superficialidad de lo visible y lo tangible, sin  profundizar en los elementos de causa y efecto. Sin embargo, el desconocimiento de las variables incógnitas, que en ocasiones resultan ser más importantes y determinantes en el desarrollo de ese fenómeno, son omitidas o simplemente ignoradas, lo que hace que se genere una sensación de pérdida en la lucha contra este flagelo.

Este sentimiento no sólo aflige a la sociedad dominicana en particular, sino que es también compartido en la mayoría de los países del Continente Americano esencialmente por la debilidad del Estado-nación que se presenta incapaz de garantizar el control de su territorio.
La dificultad se presenta por una inadecuada  comprensión de esa problemática, que deriva en el desarrollo y ejecución de estrategias aisladas frente a un problema que debe ser encarado de manera global e integral con la participación no sólo de organismos nacionales sino  también de la cooperación internacional.

El crimen  organizado tiene diferentes formas de manifestarse y ha desarrollado una gran capacidad de mutación, independientemente del escenario en que se encuentre. El narcotráfico, las mafias fronterizas, el tráfico de armas y de personas, el lavado de activos, y más recientemente la incorporación del secuestro y el sicariato,  son sólo algunas de sus manifestaciones que progresivamente aumentan su incidencia en el territorio dominicano. Por lo tanto, urge la necesidad de crear los instrumentos jurídicos e institucionales que permitan abordar esta problemática de manera conjunta, global e integral.

La sociedad dominicana ya ha vivido su propia experiencia con el crimen organizado, y aunque la escalada del delito y la criminalidad en la última década escapa a la capacidad de sorpresa de la ciudadanía, no sería posible vivir una nueva situación de “apocalipsis now” de lo imposible. Sin embargo, el pronóstico para el país a corto plazo parece desalentador y talvez hasta dramático.

 El Embajador de Estados Unidos  y Subsecretario de Estado para Asuntos del Crimen Organizado,  William Brownfield,  está convencido que dado el éxito  logrado en la lucha contra el narcotráfico en Colombia y México, las bandas criminales se están trasladando a Centro América y el Caribe, y asegura que la República Dominicana en algunos años será posiblemente el centro de operaciones más importante para esos grupos en todo el continente Americano.

Aunque el aparente éxito que se está logrando en Colombia y México está altamente influenciado por los recursos financieros, militares y tecnológicos que se reciben de Estados Unidos, esta reflexión genera la inevitable inquietud de saber si nuestros dirigentes políticos y quienes toman decisiones están conscientes de lo que se avecina. ¿Contamos con la fortaleza de una estructura legal e institucional para enfrentarlo?, ¿O simplemente estamos tomando las medidas necesarias para enfrentar el  inminente y desbordante problema?

Si no tomamos  las medidas pertinentes para detener el incremento descontrolado del narcotráfico y la presencia de grupos del crimen organizado, el país corre el riesgo de pasar por la misma experiencia de Colombia y México, donde el desbordamiento de las instituciones de seguridad del Estado ha puesto en jaque a la sociedad, a los gobiernos  y al Estado en su conjunto. Esta situación se agrava en el caso de la República Dominicana y sus consecuencias inevitablemente podrían ser más dramáticas dada la debilidad institucional histórica, que no es el caso de Colombia. Por otra parte, en contraste con el caso mexicano, no disponemos de los recursos humanos y financieros suficientes para librar una lucha de largo alcance.    

Hay que destacar la importancia de enfrentar el crimen organizado como un mal que se desarrolla en diferentes dimensiones en la República Dominicana,  y actualmente se combaten de manera aislada e independiente. Por eso es importante el diseño e implementación  de una nueva estrategia nacional de lucha contra el crimen organizado que integre en su conjunto a los diferentes organismos e instituciones de seguridad.

Rafael Ferreras Sánchez
Nacido en Santo Domingo, egresado del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) y de la Academia Militar “Batalla de las Carreras”, ha desarrollado su formación académica  en varios países ; cabe mencionar: República Dominicana, Chile, España y Estados Unidos de América. Con una amplia trayectoria profesional que le ha permito armar un bagaje intelectual y académico gracias a una red de contactos en círculos tanto de Europa como en América.



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Seguridad Vial, sí, pero ¿Qué es la seguridad vial?

Por: Raimundo García Cuesta
Continuamente estamos escuchando el término de Seguridad vial, utilizado en estudios, discursos, programas de intenciones, incluso en conversaciones informales, pero ¿realmente existe conciencia de lo que es la Seguridad Vial? Pues si estudiamos con detalle todas las referencias que se hace a ella, llegamos a la conclusión de que se entiende por tal la mera ausencia de accidentes. Se avanza, por ejemplo en la diferenciación que se hace en Europa entre "Road Safety" y la nueva "Street Safety", pero siempre refiriéndose la seguridad vial en genérico. Es necesario, por tanto llegar a un acuerdo respecto a lo que debemos entender por Seguridad Vial, para, a partir de ese concepto, hacer un planteamiento científico de su consecución.
Por pura analogía, podemos referirnos a la definición de salud que hace la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), al afirmar en su carta magna que: "La salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedades".
Así, y siguiendo la misma línea de razonamiento, entendiendo por seguro "aquel lugar o sitio libre y exento de todo peligro, daño o riesgo", resulta que la Seguridad Vial sería aquella que, reconociendo la innegable importancia de evitar accidentes y víctimas, ponga el acento en el acceso seguro, libre y autónomo a los espacios públicos, urbanos e interurbanos. El fin último es el conseguir un bienestar saludable de nuestras calles y carreteras. Y sin quererlo, ya estamos en la línea de la definición de la OMS, es decir, la Seguridad Vial sería "el estado de bienestar saludable en el libre y autónomo uso de nuestras calles y carreteras".
Los actuales planteamientos de actuación, limitados a evitar el riesgo reduciendo el índice de accidentes, aplicando normativas de tráfico, incidiendo en el comportamiento individual, etc., muchas veces implican una limitación a la movilidad, que en algunos casos, como en el de los niños, puede llegar a ser traumática, y se contraponen a aquellos principios que inspiran una Seguridad Vial Sostenible, como lo sea la actuación proactiva, basada en escenarios reales, entendiendo y gestionando los riesgos, desarrollando la responsabilidad social, y mejorando la calidad de vida.
Ahora bien, la seguridad vial es una parte de la seguridad, y ésta es uno de los principales indicadores de calidad de vida, por lo que mejorar la seguridad vial mejora directamente la calidad de vida en nuestra comunidad. Es preciso, por tanto, contribuir a una mejor comprensión del concepto de seguridad, huyendo de simples enfoques convencionales desde la ingeniería del tráfico (del vehículo y de la vía) y/o "educación de conductores", cuestión esta última que actualmente se limita a cuestiones de tráfico y comportamiento en la conducción y está muy sometida a restricciones de tiempo y currículo.
Es preciso, por tanto, abrir un gran debate sobre este aspecto primordial, y auténtica "clave de bóveda" de todo el complejo entramado social que es preciso tejer y conservar para, precisamente, disfrutar de esa seguridad vial. La idea de la Carta Europea de la Seguridad Vial, en cuanto que compromiso tanto individual como colectivo, con un esfuerzo y objetivo común, es un buen punto de partida. Y esta idea puede aplicarse, con las necesarias adaptaciones a la idiosincrasia propia de cada región, de forma casi universal.
Raimundo García Cuesta
Presidente de la AEAV (Asociación Española de Accidentología Vial)

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