Según
el Informe Final de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar
2015), publicado en enero de 2017, la delincuencia
común es el problema con mayor incidencia en la población dominicana,
preocupando al 74.5 de los encuestados para este estudio, dirigido por la
Oficina Nacional de Estadística, en el cual se mide la percepción de seguridad ciudadana en el país.
Otras
investigaciones también establecen que la creciente preocupación sobre la
seguridad ciudadana en los últimos años ha incidido grandemente en el cambio de
conducta de los habitantes, en casi todas las zonas urbanas de la República
Dominicana, quienes han preferido auto resguardarse en un fracasado intento de
protegerse, para evitar ser víctimas de la delincuencia común.
En
ese afán de buscar soluciones
particulares al problema colectivo de la seguridad ciudadana, los
dominicanos gastan entre un 9% y un 45% de sus ingresos en adquirir algún
mecanismo o dispositivo para incrementar sus niveles de seguridad, entre los
que destacan, verjas, cerraduras, cámaras, alarmas, blindajes, servicios de
vigilancia, entre otros. El problema principal radica en que esos mecanismos y
dispositivos extremos de protección, asumidos por iniciativa propia, a veces
sin la orientación adecuada, con la intención de evitar ser víctima de la
delincuencia podrían hacer que quedemos atrapados en caso de un evento
inesperado, como un incendio, un terremoto o una emergencia médica, poniendo en
peligro nuestras vidas y generando, en muchos casos, una fatalidad mayor.
Para los dominicanos ya
resulta algo común ver las viviendas y residenciales con verjas
perimetrales,
cerrojos y otros dispositivos de seguridad, que convierten en una especie de
reclusorio el espacio destinado para la tranquilidad y el sosiego familiar,
limitando y, en muchos casos imposibilitando la facilidad de escape rápido ante
una emergencia, quedando “atrapados” en vez de “asegurados”.
Es
importante comprender que la seguridad es
un asunto multidimensional y sumamente complejo, que no debe ser abordado de
forma empírica ni aislada, puesto que en materia de seguridad, y muy
especialmente en el área de la seguridad
ciudadana (la que tradicionalmente más inquieta al ciudadano común), es
irracional pensar que se le puede dar un solución integral y permanente, con
pequeñas acciones de particulares o con planes perentorios, que prontamente
pierden vigencia y efectividad para resolver tan grave problema.
La
única forma lógica de atender el tema de seguridad implica el diseño
e implementación de una política pública de largo plazo, de carácter estructural,
que trascienda lo puramente coyuntural, la cual debe ser resultado de un arduo
proceso de discusión y reflexión entre la autoridad pública y los ciudadanos, puesto que desde el enfoque
de seguridad democrática, los
pueblos ya no son simples receptores, sino corresponsables en el desarrollo,
preservación y enriquecimiento de esa seguridad,
entendida y asumida como un bien público.
Parte
de esa cultura de seguridad ciudadana
pendiente de promover en los ciudadanos dominicanos, debe concientizarnos sobre
el hecho de que, si bien es cierto que toda
persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los
órganos de seguridad pública, frente a situaciones que constituyan amenaza,
vulnerabilidad o riesgo a su desarrollo integral, al disfrute de sus derechos y
el cumplimiento de sus deberes; también la seguridad ciudadana es un “Bien Público” que en principio es
responsabilidad primaria del gobierno, pero también compete a los liderazgos
locales y a la sociedad civil en su conjunto, cuya participación es
indispensable para que cualquier estrategia o política de seguridad ciudadana funcione.
¡Basta
ya! de actuar con esa cultura de individualismo atroz que hemos construido,
buscando soluciones particulares a los problemas colectivos. Es iluso pretender
que aportamos al desarrollo nacional y a la mejora de nuestra calidad de vida
integral con acciones tan egoístas como adquirir un inversor o una planta de
generación eléctrica, un tinaco, cisterna o bomba ladrona, un servicio de seguro
médico o educativo privado, un arma de fuego, cámaras, alarmas y un guachimán.
Con ese accionar solo demostramos que, mientras reclamamos del gobierno y la
comunidad la solución a los problemas de seguridad que nos afectan a todos,
realmente lo único que nos importa es nuestro micro mundo, olvidándonos de que,
sin seguridad para todos, la
seguridad individual que pretendemos es imposible.